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El teatro concebido como el opus máximo del entretenimiento, hoy en Perú no lo es más. No se trata de extinción, sino de evolución (o involución) hacia una nueva forma de espectáculo: el fútbol.
Un martes de octubre, Trujillo, una ciudad fundada a la imagen y semejanza de su tocaya de Europa, fue el gran escenario donde teatro y fútbol se enfrentaron para reclamar, el primero, respeto por su pasado, y el segundo, aclamación por su presente. Déjame que te cuente, una de las obras teatrales más aclamadas en los últimos tiempos, llegó al Teatro Víctor Raúl Lozano Ibáñez, el mismo día en que Perú luchaba contra Colombia su regreso a un mundial de fútbol luego de 32 años. ¡Qué empiece el encuentro!
Déjame que te cuente, el musical de Chabuca, se presentó los días 10 y 11, en el teatro Upao tras grandes cosechas en tablas y crítica limeña. La obra, coloreada a pulso por amantes de la música peruana, producida y dirigida por Denisse Dibós bajo libreto de Mateo Chiarella, recrea anécdotas de algunas de las más recordadas composiciones de Chabuca Granda.
Perú-Colombia revendió entradas que seguro convirtieron millonario a más de uno. Hora: 6:30, lugar: Estadio Nacional, asistentes: 45 mil, audiencia: 41,1 puntos de rating. Bajo la dirección técnica de Ricardo Gareca, Perú se proponía ganar a Colombia. Un empate significaba la perpetuación de la muerte mundialística (desde el 82) a no ser que el universo se alinease y Brasil amilane a Chile, Argentina haga lo propio con Ecuador y Venezuela retenga a Paraguay.
El hilo argumentativo con el que inicia el musical, nos da la pista de que no estamos frente una obra de teatro tal cual; sino ante un homenaje a la memoria de Chabuca, a la idiosincrasia costeño-limeña (idealizada a mi gusto) y a los ritmos del cajón. Sin textos, solo una monición locuaz y magna.
El partido, que viene de una promoción televisiva, radial y escrita masiva además del apoyo estatal (feriado desde las 4 pm), iniciaría frío. Colombia tantearía el terreno, Perú trataba de no repetir anteriores resultados (de los últimos nueve juegos en Lima con Colombia solo ganamos uno) y los hinchas sintonizaban en pleno juego los demás partidos de eliminatoria: confiaban más en la alineación de los mundos.
Es fácil descifrar los puntos fuertes en su elenco: desde Marco Zunino, rozagante y brioso; Mónica Dueñas, la de voz colosal; o Denisse Dibós, quién más amó el producto final; hasta el último bailarín. Cada uno complementó Déjame que te cuente a su manera, incluso Natalia Salas, que a pesar de no imprimir el matiz gallardo en la icónica Fina estampa intentó cuanto pudo alcanzar el nivel de sus compañeros de reparto.
El juego peruano (recordado con melancolía por nuestros padres) no llegaría a despegar durante el primer tiempo. Sí lo haría la escuadra colombiana presionando con remates de James y la presencia de Falcao. Aun así, Guerrero no cesaría en su búsqueda de gol y sería, sin duda, lo mejor de nuestro lado. Incansable, con un equipo que lucía adormilado en comparación a su partido en Buenos Aires.
Mención aparte merece la dirección coreográfica, lo más imperante después de las voces, puesto que, desde el inicio, con un número nihilista y sobrio, propone superarse hasta llegar, en la canción del Gallo camarón, a una danza impetuosa e impresionante, solo rebasada, más adelante, por un mulato de ritmo buenísimo, que fue, sin duda, lo mejor de la noche.
Fallas en nuestra defensa abren las puertas al segundo tiempo. A los diez minutos, James Rodríguez aprovecha un rebote y marca el 1-0, dejándonos en ese instante fuera del mundial. Entonces un tiro libre del minuto 76 hace brillar a Guerrero, mostrando también, un equipo ansioso de oportunidades quietas, donde el juego es más fácil de dominar y el enemigo, de cubrir. 1-1.
Los arreglos en Déjame que te cuente aciertan en un 90 {50d7a81da4c031a808fc99b9c9c5fe08b2bf515f46dbf5e15b946fe2954bd8ba} de veces, fijando canciones refrescantes y vivas, todas con un cajón de fondo, algunas acompañadas de un saxo y otras destiladas únicamente con piano. Sin embargo cuando fallan, lo hacen bien. Una versión en salsa, en el primer acto, se siente tan fuera de lugar, como los primeros veinte minutos del segundo acto. Lentísimo y pobre en composiciones, a grado tal, que ni Zunino pudo salvarlo.
Tras el empate, la oncena peruana parece haber recobrado vehemencia. Intentan conseguir la victoria con Guerrero a la cabeza. Colombia está sorprendida; pero fuerte por donde se le mire.
Muchos detalles fueron cuidados al milímetro, pero fue el juego de luces (junto a Natalia Salas) lo que menos gustó. Claro, esto, siendo lo más ambivalente, puesto que a pesar de preferir tonos menos fosforescentes en los rojos y azules, la luz requerida en el musical fue toda necesaria.
Un extraña conversación filtrada de a pocos en pantallas, nos daba pista del final del partido. Guerrero estaba presto a liquidar en los tres minutos complementarios; pero el resto del equipo, no. La pelota rotó en el Nacional sin pena ni gloria, aunque con los gritos triunfantes de una afición firme hacia el mundial y otra conformista para el repechaje.
Con el público de pie cierro esta crítica, pues ha de reconocerse que, incluso, hasta hoy, si quedo en silencio por más de dos minutos, alcanzo a oír la ovación al José Antonio con sabor a marinera y ritmo trujillano que Chabuca compuso, que no congregó a miles de personas, ni tuvo rebote nacional; pero superó expectativas sin saturar tozudamente a una nación dopada de pan y circo como en la antigua Roma. ¡Nos vemos en el repechaje, compatriotas!
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Siempre he pesando que las decisiones que tomas te pueden convertir en alguien que perdure en el tiempo o desaparezca por completo. Estudiar comunicaciones fue una genial decisión. Amo la carrera y espero con el tiempo convertirme en un buen periodista. Me gusta la lectura, fotografía, música, pero sobre todo adoro escribir.
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