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La madrugada del 28 de junio de 1969 ocurre en Greenwich Village, barrio neoyorquino, una redada policial para terminar con el “peligro” que representaba a la sociedad americana el bar Stonewall Inn, único lugar de encuentro homosexual, lésbico, transexual y transvesti de todo New York.
Aquel sábado por la noche, los chicos y chicas del bar, cansados de los maltratos de los guardias, empezaron a revelarse. Así, mientras incitaban a la reacción y gritaban por igualdad, mucha gente empezó a sumarse a la protesta y en poco tiempo se formó una multitud a las afueras de Stonewall que reclamaba por algo más grande: los derechos de seres humanos acosados y atacados sin coherencia.
Unas horas más tarde, en la mañana de ese mismo día, los medios de comunicación presentarían al mundo la primera gran protesta por los derechos de lesbianas, gay y transexuales. Todos los spotlights, por primera vez en el siglo, serían sobre este incipiente grupo social.
Era una mala década. Desde la Segunda Guerra Mundial un creciente Estados Unidos buscaba exterminar «contraculturas». Pululaban grandes grupos raciales clamando por sus derechos, multitudes feministas descontentas, soldados mutilados recién llegados de la guerra y sin vivienda, hippies y la, aún lozana, comunidad LGBT.
Los periódicos daban cabida a toda clase de reclamos: los de negros, mujeres, soldados, mujeres negras, mujeres negras y esposas de soldados negros… pero la comunidad LGTB estaba eclipsada y no por un sol endeble; sino por la idea adquirida y mantenida, de lo, supuestamente, malo y lo, supuestamente, bueno; lo bonito permitido y lo feo aborrecido.
Un año después, en 1970, se realiza la primera marcha del Orgullo -en aquel entonces- lésbico, homosexual y transexual. Los periódicos empiezan a hablar de la movilización, la televisión deja de transmitir su basura y, por breves días, el lema We Shall Overcome (Venceremos) suena en las mentes de todos; pero más en las de aquellos que pertenecían directamente al gremio LGBT.
Han pasado cuarenta y siete años desde aquel evento en Stonewall, casi cinco lustros en los que la idea de la homosexualidad como enfermedad declinó. Normas contra la agresión sexual vieron la luz, el colectivo aumentó muchas letras (BTQAP) y los medios, ahora en un nivel de masividad nunca antes visto, acoplaron la idea del respeto y tolerancia.
Apenas y durante todo el mes pasado, Facebook convirtió en global su nueva reacción que no solo iría en contra de ciertos colectivos intolerantes, sino que también, tomó desprevenida a la misma comunidad por lo sorpresivo y original de la iniciativa: la Pride Reaction.
La reacción Orgullo LGBT (como se difundió en Hispanoamérica), no solo afianzó en la gente la regularización de lo homosexual, bisexual y transexual; sino que, cayó como un guantazo a todas aquellas entidades que aún no toman la iniciativa de apoyar este gremio o lo que es peor, piensan, que sus integrantes son una aberración.
Sin embargo, han sido muchas las entidades peruanas este año, con mensajes de aliento, igualdad y de respeto, se sumaron a esta noble causa. Entre ellas destacan BCP, Inca Cola, Turismo Civa, Scotiabank, Zensex, Gents, Útero.pe, Policía Nacional del Perú, entre otros.
Mas a pesar de todo lo avanzado en esta lucha; parece lejano aquel 26 de junio, cuando EE.UU. declaró a sus 50 estados como territorio proderechos homosexuales; o aquel otro momento cuando director, conductor y actor peruano Bruno Asencio salió del closet; o el precioso y especial instante cuando Converse lanzó al mercado sus zapatillas color arcoíris…Todo es lejano cuando ves en tv chilena a un «pastor» insultando al entrevistador por su orientación o medios en Chechenia ignorando los campos de concentración donde asesinaron de forma cruel a seres humanos, como usted o como yo.
Seamos o no entidades comunicadoras todos deberíamos, a estas alturas del siglo, compartir la sola idea de que entre seres humanos no hay diferencias reales, más que las consecuentes a nuestras acciones, aquellas que definen realmente el si somos o no buenas personas.
Sobre mí:
Siempre he pesando que las decisiones que tomas te pueden convertir en alguien que perdure en el tiempo o desaparezca por completo. Estudiar comunicaciones fue una genial decisión. Amo la carrera y espero con el tiempo convertirme en un buen periodista. Me gusta la lectura, fotografía, música, pero sobre todo adoro escribir.
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