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El reporterismo, la principal actividad periodística, tiene como finalidad informar, desde el lugar de los hechos, de manera profunda y luego de un minucioso trabajo de investigación, sobre algún suceso de interés público. Probablemente, la mayoría de nosotros ‘consumimos’ productos periodísticos, como la noticia o el reportaje, pero es probable que jamás nos hayamos detenido a pensar en qué labor realiza y cuál es el perfil de un reportero.
Según Adornato y Colombo (1990), tanto la noticia como el reportaje forman parte de las especies periodísticas informativas. Se caracterizan por su rigor en la selección de los datos y su amplia difusión en los diversos medios, y resultan la única fórmula para influir en los niveles de democracia y de cultura social de un pueblo. Por eso, no deben ser tratados por cualquiera; se necesita de un conjunto de competencias que van más allá de, simplemente, hablar bonito, desenvolverse bien frente a una cámara o tener un espacio en algún medio, incluidas las redes sociales.
El reportero es un profesional que realiza trabajo de campo y se ‘enfrenta’ a una determinada realidad (protestas, debates políticos, accidentes, eventos culturales, etc.), con el fin de recolectar datos de interés, recurriendo a sus múltiples habilidades comunicativas y, principalmente, de investigación. Posteriormente, sistematiza e interpreta los datos a fin de que la audiencia pueda comprenderlos. Un buen reportero debe evidenciar —casi como principio— la capacidad de redactar, así se desempeñe en televisión o radio, pues la escritura será la columna vertebral de su reportaje.
En opinión de Restrepo (2016), un buen reportero, además de ser una persona de bien y constituirse en un líder social, posee habilidades comunicativas, gran curiosidad y agudo ‘olfato’. Del mismo modo, busca siempre corroborar la información proporcionada por sus fuentes y desarrollar un enfoque crítico de los hechos, con el fin de servir a la sociedad.
Actualmente, en el mundo de los medios, es habitual encontrar personas que se autodenominan reporteros, solo por contar con habilidades comunicativas o pertenecer a algún medio; sin embargo, desconocen el propósito fundamental de su profesión. Es necesario cambiar esa realidad. Un reportero que aspire a la excelencia está obligado a despojarse del dañino conformismo y a capacitarse de manera permanente. Resulta imprescindible que desarrolle habilidades en el ámbito de la investigación, redacción, edición, etc., tomando en cuenta la polifuncionalidad de su labor.
Y, claro está, en su trabajo debe seguir una línea ética bien definida. Solo de esa manera, la gente confiará en él y lo considerará una fuente fiable. En ese sentido, mientras más profunda sea la investigación que realice y mayor su acercamiento a la verdad, mayor serán también su credibilidad y su contribución al desarrollo del país.