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Con el paso y la evolución del tiempo, conseguir captar gráficamente un momento ya no es tan difícil. Hemos logrado pasar de usar placas de vidrio empapadas en químicos a dar click en la pantalla táctil de nuestros dispositivos móviles. Este avance tecnológico en sinergia con la popularidad obtenida por las redes sociales genera cambios notables entre lo que se fotografía y lo que se ve, la frecuencia en que se observan miradas similares y lo que, de alguna forma, logra dar un significado.
El 2021 tiene como característica compartir grados de memorabilidad con su predecesor, 2020; existiendo aún medidas establecidas en favor del distanciamiento físico, además del fomento de medidas de bioseguridad, la vista de los fotógrafos, tanto amateur, como profesional, casual o espontáneo, ha cambiado su dirección, observando nuevos fotogramas los cuales sean objetivo de captura.
Dicho de otra forma, la post cuarentena ha hecho que las personas tomen fotografías a nuevas cosas.
Así como en 2014, la época hipster, era tendencia subir a Instagram fotos de las bebidas de Starbucks, en 2010, auge de la popularidad de Facebook, fue tendencia postear fotos digitales de Pet Society, este año hay temas que son representativos, guiándose del sentir e intereses de la gente y siendo evidenciado en el timeline de redes sociales como Instagram, Facebook, Twitter, entre otras.
En palabras de Omar Miñano: “Hemos dejado de fotografiar comida para pasar a la fotografía de viajes y al juego de las posibilidades creativas de edición”. La forma de narrar y las narrativas presentes en las plataformas digitales sociales son nuevas.
Es inevitable scrollear, scrollear y de pronto toparse con una foto de alguien o algunos usando mascarilla. Este prop fotográfico, que ya es parte de cotidianidad, constituye una de las tendencias que caracteriza la presencia fotográfica en redes. El formato de stories o historias -gancho principal de Snapchat en 2015, adoptado posteriormente por Instagram en conjunto con WhatsApp y Facebook y luego por otras plataformas -dio soporte al asiduo uso del encuadre vertical, visto no solo en este formato de publicaciones con 24 horas, sino también en posts que van al feed o al álbum de fotos.
Miñano refiere también que, poniendo la balanza entre lo artístico y la fotografía personal, predomina un sentido distado de las descripciones emocionales; se ve “una descripción del yo, no de la imagen como espejo”.
En 2012, los inicios de Instagram, trajo a los ojos de los internautas una nueva herramienta de edición fotográfica: los filtros; Clarendon, X-Pro II, Valencia, Inkwell por mencionar un par, originaron los cimientos de otra de las tendencias fotográficas en este año, pues algunos otorgan ciertas notas de nostalgia y evitan que la imagen se vea “plana” en el soporte digital. “Pasa de todo, para bien o para mal”, Omar reflexiona que para cuestionar ya no es tiempo, eso sí, siempre que el uso de filtros y retoques fotográficos estén en función del lenguaje y la naturalidad, a favor de la poética propia de la fotografía.
¿Despertar emociones o aumentar métricas?, he ahí el dilema. Falso dilema más bien, pues se logran ambos, así como se buscan ambos. Bueno, “mientras no se confunda métricas con éxito”, puntualiza Omar Miñano, a lo cual suscribo.