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Odio. Si existe algo más fácil de vender en Internet que el morbo es el odio. El odio fundado en ignorancia, anti-cultura, egocentrismo y arrogancia. Sentirse superior, hacer sentir inferior a otro y darse ínfulas fascistas, regando terror, mientras se hace uso de un supuesto humor negro. En Internet, se encuentra la red social Facebook y en esta, ciertas páginas que nos precipitan al espíritu del pensamiento de Friedrich Hegel: el hombre esclavista, que posee control y abusa, y la víctima del abuso, que en opresión anhela una libertad ajena a la de su ‘amo’.
Hoy, un comunicador como cualquiera (aunque menor a papá Hildebrandt), tratará de hacerse libre mediante una simple línea: jamás estuve más contento de estar metido en las apestosas fauces del lobo.
Atiborrar el medio de contenidos banales es algo común para determinadas páginas; contaminar no solo el espacio en que existen sino el de otros que pretendemos coexistir. No es que eso sea malo, pero se convierte en horroroso cuando cruzan la delgada línea de la consideración al otro. ¿Cuánto más se puede soportar ese tipo de contenido ignominioso en internet? Lo más probable es que mucho, debido a la confusión entre libertad y “libertinaje” en expresión en redes; pero ¿debe ser esta dizque herramienta la justificante perfecta para fomentar el contenido abusivo?.
Por horas, ‘admis’ (encargos del contenido en una página) se dedican a la elaboración de contenido viral que atenta contra la dignidad humana y, por eso, son considerados amos imparables, trolls dignos de respeto y admiración y que se sienten con la libertad de oprimir a otros, hacer escarnio de otros, hacer perder a otros el derecho a su intimidad. Sin indagar, ni informar, aprenden que para ser quienes son, solo hace falta pisar las cabezas y no dudan en usar su albedrío para igualar a otros lugares en la red de peor contenido. Pobres ilusos, tristes todos los oprimidos que no se dan cuenta de su naturaleza vulnerable, aun cuando son ellos mismos quienes también se vulneran.
Unánimemente y, aunque sin ánimos de juzgamientos, puedo decir con claridad que estas páginas y sus seguidores son la telebasura de la que muchos nos quejamos, el Perú que nadie quiere, el tumor canceroso de una “sociedad líquida” y superflua, disfuncional y podrida de la que Einstein nos avisó hace mucho junto a su teoría de las abejas. Personas que habitan a nuestro lado con aparente normalidad, pero llenas de rencor para con sus iguales y listas para despotricar tonterías en redes, fijándose en defectos, virtudes, sexo, carreras. Esto último lo que más me atañe. ¿Comunicaciones? ¿Una tontería?.
Teórica y práctica, Holística y humanística. Tales las características de la formación de un comunicador, que le permitan desde desarrollar su mirada fotográfica hasta entender el grado de relación entre la neurociencia y el marketing. ¿Fácil? Fácil sería encontrar un título botado, fácil que me gane prestigio grabando el baile de “la flaca más rica”, no fabricando futuro. Difícil, ser quien tome la decisión lúcida de dedicarse a esto para siempre, difícil saber que seremos hombres que nunca dejarán de aprender. Difícil tener que explicar la importancia de ser quiénes somos, qué es lo que hacemos y hacia dónde vamos a un grupo de individuos que no prestan atención, solo burlas, memes de estudiantes y más afrentas.
Cómo no finalizar sin pretender antes un mensaje hacia todos quienes lean esto… ¿Es adecuado aplicar desidia en estos casos? O por el contrario, ¿es correcto compartir ese odio en redes? Odio hacia mujeres, estatus sociales, universidades, carreras y hacia comunicadores, incluso. Una broma bien hecha es admirada, el sarcasmo bien usado es plausible, el humor negro es cruentamente delicioso; sin embargo, ¿es justo incluir en la comedia el poco tacto y uso de la ‘broma’ en las bárbaras publicaciones de ciertas páginas? Intenta alzar la voz, pon un grano de arena, tal vez hoy no signifique mucho, pero será parte de tu lucha por libertad.